viernes, 5 de mayo de 2017

La Trinidad del Matriarcado

La Abuela, la Madre y la Hija , han estado coexistiendo en las mismas y en distintas dimensiones, en el mismo tiempo y a destiempo.
La Hija es el tercer y último relevo, por aquello de la no reproducción de la Hija. La Hija llegó a este mundo siendo la viva imagen de la Abuela, una réplica miniaturizada de lo físico y lo conductual, desde el corte de cabello coincidente, los suéteres tejidos, lo rollizo, las piernas arqueadas, de pecho altivo, hasta el mismo contoneo al dar el paso y aquella mirada muy distinta a la de un infante. Escasas tres veces de contacto Hija-Abuela y una borrosa relación entre ellas en el astral, sobre aquellas colinas que solo existen en ese sueño.
La Hija supo con la claridad que se sabe que el fuego quema, en un previo instante la muerte de la Abuela.
El disfrute mental del acto carnal que acompaña a la Hija desde la edad pediátrica, destapa la Hija en edad adulta, que durante mucho tiempo lo que representò la fuente energética de la Hija, fue para la Abuela el desquebraje de su ser en tres pedazos, el goce de la Hija fue el pecado del que la Abuela fue víctima.  
La Hija no consideraba ya el planteamiento si en el futuro desearía florecer su vientre a la maternidad o no; pero de ciertos acontecimientos le hacen preguntarse a sì misma si se trata de un "no querer" o un "no poder"; si se habla de un "no poder emocional" refleja entonces un "no poder físico" y viceversa; a lo que se concientiza  ante un dolor de ovario que apareció posterior a aquella decisión de no traer su fruto al mundo.
La Hija se replantea el abrirse paso al "poder emocional" y "poder fìsico" de maternidad sin importar el resultado final de la elección.
De la Madre, de la Madre hablaremos màs tarde...

Karla Kalobish


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